El herpes es una enfermedad causada por el virus del herpes simple VHS que se transmite a través del contacto con lesiones activas y, en menor medida, con la saliva de los portadores.
El periodo de incubación es de unos 7 días.
El genoma vírico viaja por las terminaciones nerviosas de la piel y mucosas y queda acantonado en los ganglios nerviosos donde queda en estado latente pudiendo reactivarse con estímulos como la falta de defensas, la fiebre, las infecciones o la luz solar.
Más del 90% de la población tiene anticuerpos contra el virus pero sólo el 40% expresa infecciones recurrentes.
La gingivoestomatitis herpética primaria (el primer contacto con la enfermedad) suele ocurrir durante la infancia entre los 6 meses y los 5 años de edad. Cursa con fiebre alta, malestar general, dolor de cabeza, disminución del apetito y suele diagnosticarse como una faringitis que no responde al tratamiento antibiótico. La inflamación de las encías y las vesículas múltiples en la cavidad oral aparecen a partir de los 3-4 días.
La forma más típica de herpes recurrente, es el herpes labial. Más de dos tercios de la población ha tenido algún brote en su vida. Afecta a la unión mucocutanea del labio y comienza con escozor y picor. A los dos días aparecen las vesículas agrupadas en ramillete que suelen romperse formando costras que curan sin cicatriz en un máximo de dos semanas.
El herpes bucal cursa con menor sintomatología, las vesículas producen dolor al romperse pero la presencia de humedad impide que se formen costras.
En la actualidad el tratamiento farmacológico va encaminado a disminuir y aliviar los síntomas pero no existe ningún medicamento que impida la recidiva, es decir, que acabe con el virus mientras permanece latente.