En muchas ocasiones, el paciente necesita de injertos óseos para la colocación de los implantes o incluso para preservar algún diente. Pero, ¿qué son exactamente los injertos óseos?
Se trata de biomateriales que se utilizan durante ciertas intervenciones (elevación de seno, colocación de implantes...) y que van a fomentar la creación de hueso nuevo allí donde antes no existía.
Los injertos de hueso pueden ser de muchos tipos:
- Autógenos: el hueso procede del mismo paciente. Muchas veces la zona donante no aporta suficiente hueso y se combina con otro tipo de injertos óseos. Produce mayor molestia puesto que requiere de una segunda zona intervenida de la que extraer el hueso. A veces, en la colocación de implantes se puede aprovechar el propio hueso fresado durante la intervención.
- Alogénos: procedentes de cadáveres y procesados por congelación o desmineralización. Están esterilizados y son suministrados por bancos de tejidos. Están tratados químicamente para evitar la transmisión de enfermedades.
- Aloplásticos: son sintéticos (fosfatos de calcio, vidrios bioactivos, hidroxiapatita...) Se suelen mezclar con el hueso autólogo cuando es insuficiente.
- Xenogénos: proceden de otras especies. Son generalmente de origen bovino.
Muchas veces se utilizan otros tipos de injertos como son las membranas de colágeno o el plasma rico en plaquetas que se extrae previamente de la sangre del paciente.
Todos estos biomateriales tienen el objetivo de intentar ganar volumen y masa ósea en zonas comprometidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario